Na beira do Lete

... alampan os recordos todos, como brasas atizadas polo vento da morte.

30 de novembro de 2010

Cuestión de tiempo

Algunas personas solemos sentirnos abrumadas por el ritmo normal de las cosas, y reclamamos nuestro tiempo diciendo: "no me apures, que a mí me lleva más; es que tú lo haces en una hora, pero a mí me lleva tres; es que prefiero hacerlo despacio, pero bien". Sin embargo, por más engorroso que nos resulte el factor tiempo, no vamos a vivir más que aquéllos que viven en hora, que aquéllos que tienen siempre el reloj de su mente ajustado con el de sus vísceras y que viven en perfecta armonía con el pulso del mundo real.

Que a nosotros el tiempo nos apabulle es algo que nuestro animal, nuestra envoltura orgánica, no conoce ni entiende. Sencillamente baste vernos a nosotros mismos en una grabación de vídeo, gesticulando estúpidamente, mirando aquí o allí, encarnando un personaje que nos es absolutamente ajeno, desconocido, que no hace ningún honor a lo que suponemos nos pasaba en ese momento por la cabeza.


Quizá por no habernos pasado horas suficientes amándonos ante el espejo, viéndonos desde fuera, el vínculo con nuestra representación ha quedado por lo general obsoleto, y ya apenas conocemos al que está ahí delante. Nuestro cuerpo pasa ante nosotros con la misma velocidad con que pasa el tráfico o el tiempo estipulado para un examen, del todo ajeno a nuestro particular ritmo cognitivo, y no va a compensarnos por nuestra falta de reflejos. Su compás es el de los ciclos naturales, independientes de que la mente ten
ga su propio calendario. La película corre siempre hacia delante, pensemos lo que pensemos, y se acaba cuando se acaba, por mucho que sintamos que acaba de arrancar.

Tras tomar conciencia de la situación, comprendemos que sólo un camino puede sacarnos del atasco: la radical determinación de marchar hacia delante, redoblando como el segundero, impasibles a cualquier cosa que se interponga, a que las horas empleadas sean cinco o veinticinco. Se trata de dedicarnos a los objetivos mucho más tiempo de lo n
ormal; de concentrarnos en el menor número de cosas posible mientras sacrificamos el resto; de entregar masivamente nuestros días a unas pocas tareas que otro normalmente resolvería en un par de horas sin necesidad de aislamiento. ¡Y aún le quedaría tiempo para todo lo demás!

Imagen: Salvador Dalí, La persistencia de la memoria (1931). Detalle.
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4 comentarios:

A Raíña Vermella dixo...

Os días debera ter o doble de horas, polo menos. Eu creo que en realidade o truco non é facer as cousas a maior velocidade, senon ser un deses seres semidivinos que viven durmindo catro ou cinco horas en vez de oito. Durmir é morrer, que dicía alguén, non si?

Agurdión dixo...

Polo que a min respecta, non sacrificaría o de durmir, que me resulta vital para ter acougo e unha razoable concentración. E se o día tivese o dobre de horas, non ían ser de regalo: xa te podías preparar para ter gardas dobres;) Bicos, Raíña.

Madame X dixo...

La percepción del tiempo es subjetiva, personal e intransferible. Mientras no tengamos la sensación de perderlo... todo va bien.

Un cálido saludo,

X

Agurdión dixo...

tan subjetiva es que incluso perderlo puede llegar a ser una buena forma de aprovecharlo.
Me alegro de verte, Madame:)
Un abrazo

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