Na beira do Lete

... alampan os recordos todos, como brasas atizadas polo vento da morte.

31 de marzo de 2011

La boda (fantasía histórica #2)

La única vez que se abrieron las puertas al público, el camino adoptó unas galas deslumbrantes e insólitas: todo a lo largo se colocaron muchos arcos de mimbre entrelazados de guirnaldas y en su base cestas llenas de flores y caramelos.

Por allí entraron camareros, panaderos, pasteleros y floristas, carros surtidos de manjares y de vino, y finalmente una procesión de invitados de toda la comarca y de más allá, prontos a comprobar la resistencia del piso de la torre.

Todo ello para recibir, con su cortejo, al pretendiente de la hija del señor, un caballero tan rico como cruel, que por la tarde recorrió con la novia los arcos del camino de vuelta, y en cuyo recuerdo se sustituyó la dehesa por una plantación de 624 pinos perfectamente alineados a razón de 39 por 16 el lado.


*Imagen: Hermanos Limbourg, Las muy ricas horas del Duque de Berry, mes de agosto (ca. 1412-16)

15 de marzo de 2011

El circo volante

Decía uno de los habitantes de la casa que aquella antigua viña, cubierta entonces casi toda de verde pasto, bordeada por un ceniciento rincón de raquíticas cepas y cercada al fondo por el bosque, era un lugar idóneo para el aterrizaje de una escuadrilla. Solía decir esto en las tardes de domingo, mientras el sol se ponía por entre los árboles, contemplando desde lo alto del campo, con pose de terrateniente, las infinitas posibilidades de tanto espacio.

Parecía subir allí arriba por el mismo impulso que Amarillo, con el ansia de respirar el aire todo; y allí firme, los brazos caídos, la mirada perdida en el abismo, era capaz de ver un campo de aviación.


Para darle forma a su visión, después de cada experiencia construía una especie de molinillo de viento para el huerto. A estas tarabelas, destinadas en principio a espantar a los pájaros con su ruido de matraca y sus aspas de tabla, pronto las fue diseminando por la era para que presidiesen en formación el extenso prado. Y así podía descubrir cada domingo, en aquel coro vacilante y monótono, las silbantes hélices de un circo volante.


Foto: biplano cuatrimotor de Imperial Airways (1931) [fuente]