«Piénsese además que, cuando digo que son cuatro las pasiones que perturban el alma -deseo, alegría, miedo y tristeza- lo saco de la memoria. Y, si quisiera disputar sobre ellas analizando y definiendo cada una de estas pasiones según sus especies y géneros respectivos, de allí saco lo que he de decir. Pero, cuando recuerdo estos sentimientos evocándolos en mi memoria, ya no me producen perturbación alguna. Con todo, allí estaban antes de que yo los evocase y volviese sobre ellos. El recuerdo tiró de ellas y salieron a la luz.
¿No salieron, quizá, de la memoria a través del recuerdo como sale la comida del vientre de los rumiantes? Pero entonces, ¿por qué el hombre cuando discute -es decir, cuando las recuerda- no siente en la boca de su alma la dulzura de la alegría o la amargura de la tristeza? ¿Es, acaso, porque el símil puesto, que no es semejante en todo, es precisamente desemejante en esto? Pues si tuviéramos que experiementar tristeza o miedo siempre que mencionamos estas pasiones, ¿quién querría hablar de estas cosas?»
Madrid: Alianza, 1999
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