Na beira do Lete

... alampan os recordos todos, como brasas atizadas polo vento da morte.

22 de xullo de 2008

La rueda de Ixión

De pequeño, solía despertarme en plena noche con ganas de vomitar. Incitado por el pánico, me levantaba a todo correr de mi cama, atravesaba el pasillo a oscuras hasta la habitación de mis padres y, apenas alcanzaba su cama, vomitaba sobre ella. Luego, me caía una enorme bronca por haberlo puesto todo perdido. La respuesta de mi madre siempre era igual de insensata: me preparaba una manzanilla que me hacía vomitar otra vez.

Cuando ya empezaba a recuperarme, yo todavía temblaba por el miedo. Tenía la impresión de que aquello era la peor experiencia imaginable en la vida, y sólo deseaba que nunca más volviese a suceder. Pero la vomitera, tarde o temprano, solía regresar de improviso, una madrugada cualquiera, sometiéndome a la angustiante sensación de estar siendo acechado, de no saber el día ni la hora.


Con los años, las vomiteras cesaron. Desde aquel tiempo, para mí, vomitar es una experiencia horripilante que evito siempre que puedo. Mientras que para muchos es un alivi
o, un fin deseable por diversos motivos, un aspaviento del que se puede echar mano eventualmente por el mecánico recurso de meterse los dedos, yo prefiero rehuirlo, quedarme quietecito, deseando con todas mis fuerzas que se me pasen las ganas.

Para mí, aquellos trances de infancia, aquellas sensaciones, representan simbólicamente mi descubrimiento del dolor, el fatal encuentro de lo ajeno en lo propio. Recién estrenada la vida, no comprendía el sentido del sufrimiento. ¿Qué era aquello que no me dejaba vivir, aquello cuya sombra debilitaba los colores del mundo y tornaba oscuras las cosas bellas? ¿Acaso nos sirve el dolor para sobrevivir si nosotros no podemos remediarlo, si es siempre el dolor mismo quien decide remediarse?

El sufrimiento, del tipo que sea, es una sensación que nos estrangula por dentro y nos aleja del mundo; es un pensamiento que nos hace esclavos de nuest
ra carne y de sus mecanismos fisiológicos; es una tiniebla que reduce el espacio de nuestra vida a nuestro propio cuerpo, limitándolo en el punto justo en que termina la piel que lo envuelve. El dolor nos aplana contra el mundo como se aplana una mano contra un cristal.

El tiempo pasa cicatrizando las puntuales heridas, pero la estructura de la vida no cambia en absoluto. Los motivos son distintos, pero el dolor y el miedo que producen son exactamente los mismos. En la vida, el dolor es siempre un rumor de fondo. Apenas remite un suf
rimiento determinado, apenas se nos olvida una profunda preocupación, otra ocupa su lugar y la anterior pierde toda justificación; incluso nos parece estúpida y pensamos: “cambiaría todos mis problemas por aquél”. Pero, por más que comprendamos que nuestros actuales sufrimientos también serán pasto del tiempo, no hay razón que nos haga olvidarlos, excepto la autoridad de un cambio en nuestra voluntad profunda.

El brutal mecanismo es parte inevitable de la vida. Pero no tiene por qué significar la vida entera. En ella, hay algunos momentos fugaces en los que conseguimos salir, asomar la cabeza, sobreponernos a la furia de nuestra carne. Entonces, podemos atender a lo que existe fuera de nosotros y, con suerte, arañar un instante feliz.

Imagen: Miguel Ángel, Esclavo despertando (1519-36)

5 comentarios:

lukas dixo...

En la vida, el dolor es el rumor de fondo, perfecto. Lo has dicho muy bien, la vida es dolor, con breves intervalos de claridad, de serenidad. Quien se pasa muchos años en cama, como mi pobre padre, sabe lo que es eso, el cuerpo que se va deteriorando poco a poco, no poder levantarse (la vida es movimiento), ser esclavo del cuerpo, de todas sus miasmas. Qué afortunados lo que todavía podemos salir al aire libre...

(sobre las vomiteras, también es el panorama de mi infancia, y yo también lo aborrezco, el vomitar, sólo volví a los vómitos en mi época mala de borracheras, y sí, qué desagradable...)

Andrés Rivas Santos dixo...

Incluso diría que las actitudes vitales se podrían clasificar en función de la relación con el dolor, más que con el placer.
Cuando leía esto recordé la película 'Inseparables', de Cronenberg, y cómo las tretas y subterfugios para evitar el padecimiento físico pueden consumir profundamente el interior.

Anónimo dixo...

Lo que más me pesa del dolor y del sufrimiento es que se acumula. La felicidad se va un día de repente, y te deja en la estacada.

the robot dixo...

AMISTAD A LO LARGO

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende.


Después de esto, no hay mucho más que decir. Simplemente recordarte que, ahora que la distancia nos separa, seguiré buscando oportunidades para fabricar momentos felices en tu compañía. :)

Anónimo dixo...

Me ha gustado tu relato Juan, en mi opinión el dolor es inevitable y hay que aceptarlo. Creo que el dolor no es el problema, no es malo ni negativo, el enemigo, el eterno enemigo es EL MIEDO.

Miedo al dolor, miedo a sentir dolor, MIEDO.
"Sometiéndome a la angustiante sensación de estar siendo acechado, de no saber el día ni la hora".

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