Na beira do Lete

... alampan os recordos todos, como brasas atizadas polo vento da morte.

8 de febreiro de 2009

Fósiles (II)

Los objetos, decía, parecen nuestros algún tiempo, y luego se van quedando relegados en el ostracismo, sedimentados en los arrabales del espacio de la vida, al lado del camino, donde ha crecido la maleza. Un día nos salimos casualmente fuera del carril y tropezamos con una de aquellas cosas; la desenterramos, la contemplamos fascinados y la devolvemos a la civilización, al centro del camino, para poder admirarla todos los días resucitada como un bronce de Riace, que infunde su historia a un presente incierto y sin espíritu.

Más allá del ardor posesivo, hay valores informativos escondidos en los objetos de nuestro alrededor. Los objetos pueden ser contenedores del pulso de la vida pasada y,
en el acto de describirlo, pueden infundirnos por un instante sensaciones olvidadas. Pero una cosa es tropezar con algo, devolver al mundo lo que estaba bajo el mar, y otra es que previamente lo hayamos estado buscando, con la mera intención de devolverlo a nuestra zona de control.

El material con el que he topado esta vez son los correos que intercambiaba con una amiga hace unos diez años. Quizá no sean muchos años, aunque como por aquel entonces estaba yo aún en el instituto, la distancia me impresiona. Los descubrimientos que se pueden hacer en este tipo de documentos no tienen precio. En particular, reparé en uno de mis envíos. Lo más llamativo (y vergonzoso) para mí fue ver cómo una y otra vez me enredaba en el lamento, en una visión ominosa de la vida, cuando andado el tiempo me he fabricado una imagen idílica de aquella época. Otra vez, he vuelto a caer en la cuenta de que los recuerdos son pura representación, y no nos dicen toda la verdad acerca del presente al que remiten.

Al final de este correo, yo hacía referencia a un curioso documento que ahora no sabría encontrar, una carta recibida por mi madre a finales de 1981, que yo usaba como coartada para hablar de uno de los comunes denominadores de mi vida. Se trata de la preplejidad ante el hecho mismo de existir, una perplejidad absurda por cuanto ha llegado intacta hasta el presente, sin haber producido nada, como el insistente golpeteo de una mosca sobre el cristal de una ventana.
Esto decía yo:

«El otro día vi una carta que una prima de mi madre le escribió a ella hace bastantes años. De repente, al leer, advertí que decía: "¿y cómo estás?, ¿ya se te nota?, ¿y qué sientes?, ¿se ha movido alguna vez el muchachito? No te imagino a ti así". Me quedé soprendido y casi espantado. Porque se refería a mí. Cuando determinados sucesos te hacen pensar en lo que de verdad fuiste un día, tu cabeza pega muchas vueltas. No sabes si preguntarte si eras o no eras tú en realidad aquel engendro que vivía, pero que no recuerdas. (...) Es fascinante y macabro tener que admitir "que un día naciste", que un día no eras y al día siguiente ya eras. Que nos hemos pasado muertos infinitos años del pasado, y estaremos muertos infinitos años del futuro, pero que, en un momento dado, en un ínfimo espacio temporal, una lucecita se encendió y vivimos.»

Yo creo que la grandeza de este tipo de hallazgos es que nos colocan ante nuestra propia vida, nos permiten observarnos desde fuera, como un objeto más en el mundo. Me pregunto, ¿qué pasará con todas estas cosas cuando ya no estemos? ¿Dejaremos que sean devoradas por entrometidas manos? ¿O será mejor quemarlas antes?

Imagen: Urbano Lugrís, Habitación de un viejo marinero (1946)
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18 comentarios:

Anónimo dixo...

"Se trata de la preplejidad ante el hecho mismo de existir, una perplejidad absurda por cuanto ha llegado intacta hasta el presente, sin haber producido nada, como el insistente golpeteo de una mosca sobre el cristal de una ventana.".Juan (tu apellido no lo se tio)

"Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros" Jean - Paul Sartre. La náusea. p. 197 edición 2002, EL país, clásicos del siglo XX.

Anónimo dixo...

Te digo esta cita porque estoy ahora leyendo este magnífico texto de Sartre. Y curiosamente me tomo con tu texto que se me asemeja mucho al tema del libro, quizás tu forma de ver las cosas difiera de la del literato francés. Pero a mi me he parecido que explicas una sensación cercana a lo que Jean - Paul denominaba náusea.

Un abrazo desde Madrid y a ver cuando me haces una visita. Podrías aprovechar y venir a ver ARCO.

Agurdión dixo...

Carlitos! Menos mal que no sabes mi apellido, que me dejas sin secretos! Ya sé que se te hará raro, pero aquí no soy exactamente el personaje que conoces; síguele el juego al disfraz.

Tendré que leer La náusea para confirmar o desmentir tu parecer. En todo caso, sospecho que hablo de cosas muy viejas, y que toda repetición de Sartre a estas alturas de la vida es hasta cierto punto habitual.

De momento, no tengo planes para pasar por Madrid, pero intentaré ir antes de que te marches tú. Ya te avisaré, para que te vayas preparando... Un abrazo.

lukas dixo...

Lo que más me interesa es lo que dices al final, qué quedará de nuestras cosas, a qué manos irán a parar, si es mejor destruirlo antes... Ayer leís en el Financial Times un encuentro con un cazafantasmas (sí, puede parecer raro, en un diario así ;-), y decía que era cuestión de energías que se quedaan en las paredes, muebles, etc., y que los nuevos inquilinos de una casa a veces se topan con esta gente que no sabe que ha muerto. La verdad es que no sabemos nada de ese espacio-tiempo que vendrá luego que se apague la luz, pero pienso que será muy distinto a lo que hubo antes de nacer; antes no fuimos, no recordamos nada, aunque vivimos otra vida; pero, ¿y después? No será tan fácil renunciar a tantos objetos queridos...

Anónimo dixo...

Lukas... me pierdo completamente con lo que cuentas, siento decirte que creo que te has ido por los cerros de Úbeda.
No creo que el texto que comentamos haga ninguna mención a energías paranormales, la fuerza de esos objetos solo están en la psique de quien se siente ligado a ellos. Con respecto al tema de la muerte ¡que nos coman los gusanos!
Personalmente no creo que haya absolutamente nada y tampoco es necesario. Al fin al cavo morimos como las cucarachas, no hay nada después.

lukas dixo...

Charly García, lamento decirte que estás completamente equivocado, tú cree que somos como las cucarachas, pero no es así, lee un poco de ese místico danés, o una obrar divulgativa al respecto, Death is a illusion, te abrirá algunas puertas. Tú crees que todo desaparece, pues no. Hay "psiques" que se niegan a desaparecer de una casa, ¿viste "Los otros" de Amenábar?, ¡no es tan ficción! Y también es válida la labor de los exorcistas. Invito a Agurdión a quue nos hable de todo esto.

lukas dixo...

Death is an illusion

El místico danés se llama Martinus.

A Raíña Vermella dixo...

Hai pouco tiven que facer un traballo sobre a construcción da conciencia, e volvín inevitablemente a Sartre e á Náusea. A sensación de inutilidade da existencia pola súa propia finitude (si, eu si penso que a conciencia son só conexións neuronais). A min, en cambio, pásame ao contrario: resúltame moi reconfortante saber que tampouco somos tan importantes, e que o mundo vai seguir aí despois de nós.
P.D: sorprendeume descubrir que coñeciches á miña vella amiga (aínda que nova blogueira) Magari. O mundo é un pano! por certo, felicidades pola bitácora. Que non comente non quere dicir que non te lea ;)

Anónimo dixo...

Y el último comentario nos lleva forzosamente a La insoportable levedad del ser, que comienza con una reflexión acerca de la teoría del eterno retorno de Nietzsche. Introduce, además, la idea de que lo que sucede sólo una vez es como si no sucediese nunca, citando el proverbio alemán que dice: "einmal ist keinmal" (una vez es ninguna vez). Toda la novela gira entorno a una pregunta: ¿la levedad del ser es maravillosa o insoportable? Una lectura muy recomendable. Como tu blog, Juan, que siempre me fascina.

Magari dixo...

Fue siguiendo las conexiones neuronales de este sistema límbico raiña, y haciendo casa en el núcleo que estimula una nueva reacción, teniéndote a ti como primera neurona, por raiña, e por vermella.

Y hablando sobre los reinos de este mundo, aunque hace ya tiempo que no vuelvo a la obra de Sartre, recuerdo que Roquetin tenía todo el tiempo para proyectarse en el trabajo de Robellon, sin estrictos horarios, realizando una labor que podría ser creativa y literaria. Su vida de contemplación está bloqueada por un sentimiento de asco y repulsión a todo que le rodea, incapaz de establecer ninguna relación, de comunicarse. No recuerdo si contaba motivos para encontrarse en esta situación. Sartre plasma el pensamiento anódico y vacío de un hombre que tiene toda su vida para reflexionar sobre sí mismo, la sociedad, que rechaza el compartir sus sentimientos (realmente es tan vanidoso como para dar por hecho que el mundo no lo entendería?) y concluye en un sentimiento de inutilidad y repulsa hacia todo. Siempre tuve curiosidad por acercarme a esta obra, pero comprendí que no iba en mi linea. Apuesto por la reflexión como vehículo de acercamiento a uno mismo, a los demás, con el fin de establecer una relación no dolorosa con aquello que nos rodea, con el fin no solo de no autodestruirnos sino de acercarnos al amor y a la felicidad, como el Siddartha que contempla la corriente del río. Me estoy alejando del tema de debate verdad? me disculparán. Un saludo

Agurdión dixo...

Me encanta la cantidad de conexiones que os ha suscitado el post, estoy un poco abrumado;)

Lukas: tenía la sospecha de que te interesaría lo que digo al final. Lo cierto es que en tu blog leí una vez algo similar, y me pareció interesante retomar la idea. Lo que yo creo que sucede es que, en la medida en que tomamos a nuestros objetos como una prolongación de nosotros mismos, se nos antoja extraña la idea de que puedan sobrevivirnos. Y es así como podemos llegar a concebir que nos quedemos en cierto modo atrapados en ellos, en los lugares que moramos y amamos.

Carlos y Lukas, sobre la idea de las almas en pena... En contextos como éste, soy dado a fantasear con seres espectrales, y con residuos aéreos de la vida física. Pero cuando se trata de cuadrarse para hablar en términos prácticos, pongo una línea bastante gruesa entre lo científico y lo apócrifo. Hay cosas que pueden ser o no, pero que están tan ligadas a la emoción subjetiva que siempre fracasan al ser llevadas al terreno de la argumentación.

En mi experiencia, los espectros existen cuando yo inequívocamente los siento al atravesar un lugar lleno de recuerdos. Pero, al mismo tiempo, tengo la sensación de estar visualizando fase a fase el proceso por el cual va floreciendo tal construcción en mi cabeza, trepando por la malla de mi bagaje mental. Mi conclusión es que, aunque pueda haber un espectro objetivo ahí fuera, no es precisamente el que nosotros vemos. El que nosotros vemos es única y exclusivamente nuestro. Por tanto, hacer ciencia sobre esto es francamente difícil.

Raíña: al tema de la conciencia vuelvo de vez en cuando (por ejemplo, aquí). No sé exactamente si la medicina ha conseguido aclarar alguna cosa sobre la conciencia o, dicho de otro modo, sobre "por qué yo". Sospecho que aún no habrá respuesta alguna a la pregunta, ya que parece que aún pesa en esas alturas el vago mundo de la filosofía, que es en el fondo un mundo de intuiciones.
Sí, ya ves que conocí a tu amiga Magari; la verdad es que no lo sabía. Me alegro de que hayáis llegado aquí.

Magari: me sorprendieron varios de tus posts antiguos, al ver lo mucho que se acercaban a algunas de mis preocupaciones aquí comentadas. Te dejé un comentario sobre eso en "La necesidad de perder". Yo creo que lo que dices al final del comentario sobre la reflexión como vía de acercamiento al mundo es, de partida, un planteamiento distinto al mío, que ha venido basándose en el amurallamiento. En fin, en todo caso, la mía no ha pretendido ser nunca una actitud cerrada ni definitiva, sino que aspira a evolucionar hasta encontrar mejor acomodo. Hablas, finalmente, de alcanzar el amor y la felicidad a través de la contemplación; y lo cierto es que, en mi experiencia, la contemplación ha sido la mejor manera de hacerlo.

Andrés: la levedad del ser... sí, creo que también es uno de los mecanismos de fondo que mueven todo esto. Al contrario que A Raíña, me resulta algo difícil ver la parte positiva de la levedad. Pero puedo intuir que os referís a la belleza de lo pequeño. La existencia de lo grande parece inevitable, pero la de las cosas diminutas, sobre todo cuando son complejas, parece casi un milagro.

Un saludo a todos.

lukas dixo...

Estimado Agurdión, gracias por coontestar a todo con tu habitual templanza..., tan distinto en esto eres a mí. Precisamente ayer salía en Cuatro la biblioteca de Cortázar, en la Fund. Juan March, me parece raro ver ahí sus libros, que viajaron desde París, libros muy personales, libros de un lector empedernido, libros que ahora están en sitio neutral, en manos de una bibliotecaria o gestora..., qué raro que su viuda no los conservara. Y pienso en los míos, que no son tantos, pero algún día se acercarán a esa cifra, y qué será de ellos, al no tener hijos, etc. En fin, las cosas, qué raro: muchas veces me sorprendo pensando qué será de todo ello cuando ya no estemos...

Sobre los espíritus, es verdad que influye nuestra subjetividad, que es posible que no se aparezcan como los vemos, pero esa energía existe, está ahí. En el disco "Tribute to Lester" el Art Ensemble of Chicago decía en un tema "a menudo hablo con él en sueños", con el fallecido miembro del grupo Lester Bowie. Ahí es donde encontramos de forma natural a los muertos; pero en nuestro entorno despierto también es posible que se manifiesten, de forma muy sutil. También es verdad que hay gente más apegada a lo terrenal que otras...

Un saludo, y te invito a que sigas hablando de esto.

A Raíña Vermella dixo...

Pois a verdade é que conclusións, o que se di conclusións, sobre o tema da conciencia hai mais ben poucas. Por non dicir ninguha. O mais aproximado que atopei (e o traballo foi arduo) é a teoría de bloques de Crick, pero aínda así non deixa de ser unha descripción algo mais complexa, e non explica a pregunta fundamental: por que eu son eu, e non outr@?

Mery dixo...

Unas reflexiones muy humanas y trascendentales las de tu entrada de hoy. Qué hacer con nuestros papeles, nuestras cosas esenciales para nuestra vida, qué será de ellas si no las destruímos. Pero, si las destruímos...¿en qué momento hacerlo?¿Tendremos tiempo de hacerlo o la muerte nos pillará a desmano?

Me ha parecido muy tierno el que encontrases esa carta que hacía referencia a tu incipiente desarrollo dentro de tu madre. Es precioso, pero precioso de verdad.

El 22 de enero escribí un post titulado "Esas cartas amarillas", precisamente sobre las cartas de mi adolescencia y tuve la misma sensación que tu, no concordaba exactamente una imagen con otra.

En fin, AGurdión, siempre es interesantísimo leerte.
Un abrazo

Anónimo dixo...

Sobre la levedad...

Kundera combina las ideas de Nietzsche con las de Parménides, que intentaba dar un sentido a la realidad en términos de confrontación dialéctica (luz y oscuridad, fortaleza y debilidad, etc.). Así, en toda confrontación hay casi siempre un extremo positivo y otro negativo claramente definidos. Excepto en el caso del peso y la levedad.
Tradicionalmente se ha considerado positiva la levedad y negativo el peso. El propio Nietzsche confirma esta idea cuando habla (a partir del eterno retorno) de la vida como "la carga más pesada". Aunque, claro, se trata de una vida destinada (condenada) a repetirse eternamente.
Kundera se pregunta entonces si realmente el peso es terrible y la levedad maravillosa. Pero el título de la novela es inequívoco y lo que tratará de demostrar es que todos esos actos que sólo se realizan una vez conforman una existencia absurda, ya que son como bocetos de cuadros que jamás de pintarán. Desde luego, la imagen es terrible incluso para un vitalista como Nietzsche.

Madame X dixo...

Mi querido Agurdión, es estupendo volver a leerte. Tan reflexivo e inteligente como siempre.

Debo confesar que soy de las que lo guardo todo. Como una coleccionista compulsiva de todo aquello que haya tenido o tenga una carga emocional, especialmente correspondencia y fotografías. Eso me obliga a mantener un orden riguroso. Soy la señora de las cajas y de los archivos clasificados (el PC es un magnífico almacén de todo recuerdo digital). Es tremendo, no soy capaz de deshacerme de nada, ni siquiera de aquello que me ha dolido. Y tengo clarísimo que no voy a quemar nada, ni lo más comprometido. Mis herederos tendrán que afrontar mis luces y mis sombras... o incinerarme con toda esa pila de recuerdos.

Un besito, guapo.

lukas dixo...

Soy como tú, Madame X, no tiro nada, y no sé cuál será el momento de quemarlo, porque seguro que uno lo irá posponiendo, y al final ahí se quedará. Así que nada, alguien lo tirará por mí. Lo que sí me duele es pensar que un desconocido lo hará. (Por no tirar, no tiro ni el cartón en donde vienen los libros de Anagrama, bueno..., es que han puesto muy bien las portadas de cada libro, las cien, y queda bonito...).

Lo que me parece cuestionable es que se intente explicar la conciencia o las emociones sólo desde un punto de vista neurológico...

Agurdión dixo...

Tan sólo quería añadir que, pese a que nuestra relación con las cosas pueda definirnos como personas ordenadas y cuidadosas, pese a que seamos de esas personas a las que se les puede prestar un libro, no debemos convertir los objetos en un lastre, en una hipoteca.

En relación a lo que vendrá después, a la emancipación inevitable de todo lo material, sospecho que no va a causarnos mucha pena, pues careceremos de la voluntad que nos mueve ahora mismo o, al menos, la voluntad será distinta.

Suele pasarnos que aplicamos nuestra constelación de deseos y miedos presentes al futuro. Por ejemplo, pensamos que cuando seamos ancianos seremos profundamente infelices porque nuestra manos estarán arrugadas, o porque quizá ya no nos motive la imagen de una mujer hermosa... No obstante, sospecho que a esas alturas nuestra voluntad habrá sido sustituída por otra, y seguramente exista un nuevo horizonte que nos alegre la vista.

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