El invierno: un escondite. Un escondite en una gran llanura hermética, rociada por el sol. Una casita entre la niebla. La niebla penetrada por los cadenciosos rayos, moteada de candiles flotantes. Silencio. Eco.
Allí donde la gente duerme, donde no hay lugar para la naturaleza, ni para su grotesca fidelidad matemática. Donde cada movimiento, donde cada atisbo de evolución queda congelado por el frío, envarado en un singular espasmo.
Un colchón blandito en donde aletargarse en armonía con el mundo. Columpiarse entre el sueño y la vigilia. Lo suficientemente dormido como para quedar inmóvil, pero lo suficiente despierto como para poder deambular alrededor con la mirada, girar eternamente sobre uno mismo, rememorando un pasado, un presente y un futuro inmutables.
*Imagen: Caspar David Friedrich, Cementerio de un monasterio en la nieve. Foto en blanco y negro del original, destruido en 1945.
18 de setembro de 2006
El invierno
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