Voy a escribir esa lista de ocho cosas que mencioné en la entrada anterior. Pensé que sería más fácil, pero no he tenido buenas ideas. Así que voy a aprovecharla como punto de partida para un trabajo de facultad, uno que tengo que hacer para la asignatura de Estéticas sobre el fenómeno 'kitsch'.
'Kitsch' es un nombre o adjetivo peyorativo (al menos de partida) que hace referencia a determinado tipo de obras y de creaciones culturales, y al gusto que les da soporte, o sea, el 'mal gusto'. En alemán, literalmente significa 'cursilería' o 'mamarrachada'. Por su parte, la RAE lo define como un objeto “pretencioso, pasado de moda y considerado de mal gusto”, mientras que la wikipedia se extiende situando lo kitsch y lo artístico en planos antagónicos.
Las definiciones, no obstante, no parecen acabar de precisar a qué clase de objetos nos referimos, ni cuáles son sus características formales. Más allá de un elenco ilustrativo de ejemplos, la apreciación del kitsch, como en todo fenómeno estético, no es unánime y resulta imperceptible para una sensibilidad desentrenada. Por otra parte, cuando se usa coloquialmente, a menudo alude a una realidad vaga, cogida por los pelos, que tiene algo de vulgar, de barata, de hortera.
Esta lista es una opinión personal, una toma de contacto con el tema, y puede ejemplificar lo variado que me parece de primeras el fenómeno kitsch. ¿Qué es lo que tienen en común cosas tan distantes como...
1. Esos extraños altares de baratijas que todos tenemos en algún lugar de nuestra sala, quizá encima del televisor, con sus platos conmemorativos, sus figuritas clasicistas de porcelana, sus ceniceros que ponen 'para el mejor padre' y sus souvenirs 'recuerdo de la Alhambra'. Todo ello perfectamente colocado, con las distancias calculadas.
2. El mundo de la bisutería, cuyo origen está en la imitación barata de las joyas. Con el tiempo, la bisutería se ha ganado un lugar respetado al margen del mundo de la joyería. Entonces, la bisutería imita a la bisutería, el kitsch se reinventa con adornos femeninos producidos en serie y de materiales plásticos. Se trata también de baratijas.
3. Kitsch son, a mi juicio, los locales de ocio (bares, pubs, casinos) que se dotan de una ambientación historicista (aunque sea como parodia), con la subyacente pretensión de prestigiar el lugar en cierto sentido. Por ejemplo, tengo en mi cabeza varios pubs de Lugo que han buscado una ambientación clásica o a la romana, incluyendo frisos con epígrafes, columnas y capiteles corintios de cartón piedra, realizados con el mayor detalle, y en algún caso más ambicioso, una bóveda de casetones. El mismo concepto recogen todos aquellos bares que se crean a imagen y semejanza de un pub irlandés, y que explotan la estética de lo antiguo, de la madera gastada y de las paredes saturadas de recuerdos, aunque hayan sido decoradas en una tarde. En la misma línea, son kitsch esos chalets que se construyen imitando a castillos medievales, y que para ello tienen almenas y torres, a veces incluso circulares.
4. El escudo actual de la ciudad de Roma, con la alusión al histórico acrónimo del Senado y el Pueblo de Roma. Como las famosas iniciales ya han perdido por completo su significado original, se entiende que se trata de una cita con la primaria intención de prestigiar el emblema. Es un caso que me parece llamativo, pero en cualquier caso la heráldica de hoy es kitsch. Destacan particularmente esos escudos de armas familiares que algunos se han hecho para colgar de la pared. Los motivos pueden proceder de los apellidos, o simplemente ser inventados.
5. Cualquier artículo 'del palo' que se venda en un mercadillo, sea ropa, perfumes o relojes. De nuevo se trata de objetos hechos para prestigiar a quien los lleva a bajo precio, pero a costa de su falsedad. Y es que el kitsch va acompañado de cierta inconsciencia: uno sabe que su castillo no es un castillo, pero piensa que lo parece, y eso es suficiente.
6. Un desfile de los Coraceros Reales, por ejemplo. O la Guardia Suiza Pontificia . O el traje de los toreros. Se trata de indumentarias de época, mantenidas por tradición y que carecen de justificación funcional. Están concebidas para la exhibición. Una exhibición que prestigia a sus actores y a su público, en tanto que se sienten herederos de la tradición. Eso sí, en este caso no hay producción seriada, y no se trata de baratijas.
7. Las propias personas, en tanto forman parte del mercado del sexo. No se trata tanto de que las personas sean kitsch como de que lo sea su imagen, revestida de un acabado industrial, seriado, que resulta publicitariamente fácil y muy rentable. Y en ese mercado, el fetiche, la baratija, desempeña un rol similar al de la propia carne. La mercantilización del sexo ha dado lugar a una serie de estereotipos visuales sobre la mujer inéditos en toda la historia. La posesión de tales estereotipos, que se reproducen por imitación, constituye, entre otras cosas, una fuente de prestigio.
8. Ciertos aspectos del diseño que he hecho para este blog, como por ejemplo el uso de una tipografía caligráfica inglesa para el título y las secciones. Es otro ejemplo en que la forma no se justifica en necesidades funcionales, sino que busca simplemente un efecto estético. La caligrafía inglesa es una modalidad barroquizada de escritura a mano que no se usa en imprentas u ordenadores, a no ser con un sentido enfático. Encierra algo de dignidad esta letra, algo de clasicismo, que a veces ralla en lo cursi. De nuevo, lo reconozco, se trata de una cita historicista, una imitación económica de una forma reputada.
17 de novembro de 2007
El 'meme' (y dos)
3 de novembro de 2007
El 'meme'
Recojo la encomienda del Pastor Eléctrico sobre una cosa que se llama 'meme'. Yo no sé lo que es un meme; él me dijo que se trata de una unidad de una cadena de reenvíos, es decir, lo que sería aproximadamente uno de estos correos que nos mandan a veces y que dicen: 'envíalo a otras tantas personas'. Así se crea un árbol de reenvíos que va multiplicando sus ramas exponencialmente. Busco meme en Wikipedia. Dice que se trata de la unidad mínima de transmisión cultural. Debe de referirse a lo mismo, pues la transmisión de la cultura sigue justamente este esquema arbóreo.
Pues bien, el encargo del Pastor consiste en hacer una lista de ocho cosas, las que sean, y ponerla en el blog. He estado dándole vueltas, y todavía no tengo idea de lo que hacer, aunque tengo tres o cuatro posibilidades. Cualquiera que elija, la lista me va a quedar larga, pues creo que cada elemento de ella va a necesitar de una buen explicación. Así que la lista vendrá en el siguiente post. Por cierto, se supone que tengo que pasar el encargo. Bueno, no me veo con mucha capacidad de convocatoria... además, soy de esos que no suele reenviar los correos. Pero vaya, que sin quererlo, la propuesta está hecha.
Quien lea esto queda invitado, que digo, conminado, a hacer una lista de ocho cosas y ponerla en su blog. Incluso Perzival, que me va a decir que sólo escribe artículos serios, puede currarse alguna originalidad sin faltar a sus principios.
1 de novembro de 2007
Luz de cruce
Noviembre es un mes extraño. Es uno de esos tiempos de transición donde no se hace nada, porque es demasiado pronto para unas cosas, pero demasiado tarde para otras. Como abril, como los domingos, como las tres de la tarde, noviembre es un túnel, y la vida está en sus extremos.
Noviembre es un tiempo de espera en que nunca nada sucede, pero se espera todo. Es una tierra yerma, un erial desde donde se divisan lejanos valles verdes. Es un rayo de sol, un soplo de viento, un instante plácido que se esfuma sin dejar recuerdos.
Es tan sutil noviembre, tan etéreo, que tengo que apuntármelo para no olvidarlo.