«Los enfermizos son el gran peligro del hombre: no los malvados, no los "animales de presa". Los de antemano lisiados, vencidos, destrozados -son ellos, son los más debiles quienes más socavan la vida entre los hombres, quienes más peligrosamente envenenan y ponen en entredicho nuestra confianza en la vida, en el hombre, en nosotros. ¿En qué lugar se podría escapar a ella, a esa mirada velada, que nos inspira una profunda tristeza, a esa mirada vuelta hacia atrás, propia de quien desde el comienzo en un engendro, mirada que delata el modo en que tal hombre se habla a sí mismo, -a esa mirada que es un sollozo? "¡Ojalá fuera yo otro cualquiera!, así solloza esa mirada: pero no hay ninguna esperanza. Soy el que soy: ¿cómo podría escaparme de mí mismo? Y, sin embargo, -¡estoy harto de mí!..." En este terreno del autodesprecio, auténtico terreno cenagoso, crece toda mala hierba, toda planta venenosa, y todo ello muy pequeño, muy escondido, muy honesto, muy dulzón. Aquí pululan los gusanos de los sentimientos de venganza y rencor; aquí el aire apesta a cosas secretas e inconfesables; aquí se teje permanentemente la red de la más malévola conjura, -la conjura de los que sufren contra los bien constituidos y victoriosos, aquí el aspecto del victorioso es odiado. ¡Y cuánta mendacidad para no reconocer que ese odio es odio! ¡Qué derroche de grandes palabras y actitudes afectadas, qué arte de la difamación justificada! Esas gentes mal constituidas: ¡qué noble elocuencia brota de sus labios! ¡Cuánta azucarada, viscosa, humilde entrega brota de sus ojos! ¿Qué quieren propiamente? Representar al menos la justicia, el amor, la sabiduría, la superioridad -¡tal es la ambición de esos "ínfimos", de esos enfermos!»
Trad. de A. Sánchez Pascual
Madrid: Alianza, 2006
2 comentarios:
Aquí estou totalmente dacordo co vello Friedrich, son mais nocivos eses seres enfastiados de si mesmos que os malvados ás claras, que alomenos vense vir. Os que se cren mais sabios, de volta de todo, mais sensatos, só porque xa perderon (ou nunca tiveron) o entusiasmo, o nervio e a alegría. Os que teñen, como digo sempre, horchata en vez de sangue.
Eu teño dúbidas, Raíña... O Friedrich é tremendamente divertido, porque non ten medo de pasarse de frenada, e arrasa cos choromiqueiros sen estúpidas misericordias. Pero claro, nesta beira do Lete, como verás, non deixa de ter o valor dun contrapeso, dunha coartada puntual para alixeirar a densidade da mestura;)
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