Sabemos que llegará el día en que toque renunciar a todo. A todo, por valioso que sea. Pero esperamos que ese día llegue sin que nos demos cuenta. Tan rápido, que no tengamos un solo segundo para dolernos de nuestra renuncia. La vida feliz es aquélla en que nos afanamos por hacer acopio de cosas nuevas, aquélla en que descubrimos cuán grande es el mundo, y cuánto nos queda por conquistar. Pero llega el día en que la tierra cede bajo nuestros pies y los sueños se derrumban. Por inercia, hacemos renuncias definitivas, nos resignamos a irreparables ausencias; asumimos pérdidas que durarán eternamente y arrastramos anhelos que ya jamás, ni en esta vida ni en la otra, serán satisfechos.
Imagen: Goya, Perro semihundido
27 de decembro de 2006
Renuncias
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