Na beira do Lete

... alampan os recordos todos, como brasas atizadas polo vento da morte.

18 de febreiro de 2007

Autosuficiencia

Otra noche más, me fumé un cigarrillo mirando las estrellas desde el castillo de proa. Después, me despedí del océano, encendí un candil y me adentré por una escotilla en las penumbrosas entrañas de nuestro velero.

Cada vez que me voy a la cama, tengo la misma sensación. Es una sensación extraña, primaria, intestinal de perennidad, de autosuficiencia. Aquí, escondido en las profundidades de este cofre de madera, me da la impresión de que el mundo se ausenta y se disipa. A mi alrededor, las tablas cierran mi existencia en una urna impenetrable. Y no hay mar ni viento capaz de perturbarla.

Aquí lo tengo todo, nada necesito de fuera. Tengo este lecho caliente y estas sábanas suaves para enredarme; montañas de suministros, galletas y agua para varios siglos; este dulce balanceo, que me mece como a un niño en su cuna; el oscuro silencio, en el que desplegar a placer mis pensamientos; las murallas de roble, que impiden que me caiga en el abismo oceánico, o que el abismo oceánico se caiga sobre mí.

Por la noche, viajamos de incógnito. Sigilosamente, surcamos las oscuras aguas del mundo y hasta las tinieblas se nos alían con su vivificante abrazo de seda. Me basta cerrar los ojos para esconderme, igual que a un niño. Otros no consiguen sentirse seguros ni en la montaña más remota.

El mejor escondite no es un lugar; está en nosotros mismos.

Imagen: Cachopo, Castelao.

1 comentarios:

O pastor eléctrico dixo...

Gústame esta a túa viaxe. Agardo continuación. Que os ventos sexan favorables.

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